Aitana Villalón

En la actualidad, nos preguntamos si nuestra generación es verdaderamente “de cristal” como muchos dicen. En este artículo exploramos las opiniones, retos y fortalezas de los adolescentes de hoy, tratando de entender si esta etiqueta se ajusta a la realidad en un mundo que cambia constantemente.

Lo primero que nos sale en la plataforma más usual de búsquedas ( Google ) al buscar sobre la generación Z, es un enunciado bien grande que dice;La Generación de Cristal o Generación Z son los nacidos después del año 2000. Son una generación especial de niños sensibles, creativos y muy intuitivos. También, una generación incomprendida por la dificultad para comunicarse con ellos.” Pero… ¿Es esto realmente cierto? ¿Es una complicación comunicarse con los adolescentes de hoy en día? ¿Ser frágil y mostrar emociones debería ocasionar algún problema en la sociedad o realmente los que tienen un problema son los que se asustan por ello?

Esta etiqueta fue puesta insinuando una supuesta fragilidad emocional y socialmente en los jóvenes de hoy en día, acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera, generando que a día de hoy se suelten frases como “no se le puede decir nada a la generación de cristal”. Esta percepción se fundamenta en la idea de que los jóvenes de hoy son más sensibles ante desafíos y críticas. Sin embargo, es crucial ponernos en el lugar de las personas y tratar de entender la complejidad de las presiones que enfrentan los adolescentes, las cuales la mayoría de veces, se pasan de largo.

Las redes sociales se encuentran repletas de un nuevo concepto, que a día de hoy, mucha gente desconocía; “La Salud Mental”. En un mundo lleno de presiones sociales, la ansiedad y el estrés son compañeros de viaje. Y, aunque para muchos es un completo drama sentirse identificado con ello, todo el mundo debemos de priorizar nuestra salud mental la gran cantidad de veces en las que nos sea posible, o así lo piensan la mayoría de jóvenes. Estos desafíos podrían estar afectando a la salud mental de nuestra generación y, por lo cual, podría contribuir a la percepción de fragilidad. Los jóvenes están redefiniendo el concepto de la fortaleza al buscar apoyo y promover la conciencia sobre lo importante que es el bienestar para las actividades del día a día, en un intento de romper con antiguos estigmas en los que ir a un psicólogo es visto como “ser una persona débil” y el poner un pie en el psiquiatra es de una persona digna de un manicomio. 

El debate en torno a la “generación de cristal” no solo revela diferencias generacionales, sino también interrogantes sobre cómo cada persona afronta sus dificultades. ¿Estamos subestimando las presiones o los problemas que enfrentan los jóvenes hoy en día? ¿O, por el contrario, estamos exagerando la sensibilidad y pasando por alto su capacidad de superación? 

¿Compartir problemas personales y la naturalidad del día a día en redes sociales o mantener una fachada positiva y perfecta? Uno se supone que nos hace frágiles o que busca, simplemente, llamar la atención, y la otra, en cambio, parece la opción obvia y más normal. ¿Es adecuado utilizar una plataforma que llega a tanta gente para conectar a través de experiencias compartidas, que son comunes en cualquier mortal o deberíamos reservarlas exclusivamente para exhibir una vida lejos de preocupaciones? ¿Es lo correcto que una niña, a la cual le está yendo fatal en su día a día, se meta en las redes sociales y vea que la vida de las demás personas es perfecta cuando realmente no es así? ¿Esto no le haría replantearse que es ella la única que está mal? Entonces…, ¿por qué tachamos de “débiles” o “personas con falta de atención” a la gente que comparte sus vivencias más personales? Además, ¿por qué expresar desacuerdo o manifestar preocupaciones a menudo resulta en ser etiquetado como “frágil” en lugar de ser reconocido como una contribución a la diversidad de opiniones?

Los jóvenes de hoy en día enfrentan una serie de desafíos muy complejos, desde la presión académica hasta las complejidades de las relaciones interpersonales. A menudo, se encuentran con respuestas como; “Yo también tengo problemas y no me quejo tanto”. Sin embargo, es sumamente importante reconocer que cada persona experimenta sus propias luchas, y ningún problema debería minimizar cualquier otro. Cada persona enfrenta los desafíos de su vida de una forma u otra, y nadie debería de juzgar esto. ¿O, le gustaría a usted, señor/a lector/a que alguien le critique la forma de superar un duelo o la forma de manejar una ruptura amorosa? ¿Le gustaría que alguien le dijera cómo tiene que enfrentarse a ello o que hiciera de menos su problema porque bajo su punto de vista él tiene problemas más graves? ¿Realmente piensa que cada persona puede elegir cómo se siente o cómo le afecta cada situación?

El periodico de La Sexta nos deja con un reportaje interesante sobre esta generación, adjuntando una entrevista con una joven que veo interesante para adjuntar algunos puntos aquí. 

La joven se expresa y nos comenta la frase; “Transparencia mucha, cristal poco”, la cual podría interpretarse como la disposición a compartir abiertamente nuestros sentimientos y experiencias para que otros se identifiquen, pero que ello no significa que debamos ser tachados como frágiles ya que, en cierta parte, quién es capaz de plantarse y abrirse para los demás sin miedo a ser criticado, debería ser llamado “valiente” o debería ser aplaudido por su fortaleza. Pero, de nuevo, ahí está el debate. ¿Es posible mostrar vulnerabilidad sin sentir que se compromete nuestra fortaleza? 

La generación actual a menudo se enfrenta a la etiqueta de “generación de cristal” cuando expresa opiniones en respuesta a las de generaciones mayores. ¿Es esto una forma de invalidar expresiones de desacuerdo y perspectivas más juveniles? ¿No se ha demostrado ya que hay jóvenes más maduros que una persona de edad avanzada? ¿La libertad de opinión no es válida cuando se trata de una persona más joven? 

En conclusión, la reflexión sobre la “generación de cristal” nos revela sobre cómo aún existe esta complejidad de comprensión social en la era digital. Mientras algunos argumentan que la apertura emocional fortalece los lazos y fomenta la comprensión mutua, otros sostienen que existe un límite para la exposición, temiendo que compartir vulnerabilidades sea interpretado como debilidad. 

La crítica de ser una “generación de cristal” al expresar opiniones revela tensiones intergeneracionales que deben tratarse con empatía y comprensión mutua. 

La clave radica en cultivar un ambiente en línea que celebre la diversidad de voces y experiencias, reconociendo que la fortaleza a menudo está en la capacidad de compartir nuestras verdaderas historias.